invertir en tierra una de las mejores opciones


En este mercado, que va para tres años siendo “El Día de la Marmota”, está resultando harto complicado encontrar ideas de inversión con una vigencia superior a un par de días. Lo cual está incidiendo en la dificultad de los asesores financieros para mantener su negocio. Aunque existen notables excepciones, como la idea de Michael Burry (principal protagonista del libro de Michael Lewis, The Big Short) de invertir en tierra agrícola con buen acceso al agua, de la que llevamos teniendo noticia desde principios de 2010. Según la última carta trimestral de Jeremy Grantham de GMO, la idea no sólo sigue vigente, sino que aún tiene mucho recorrido por delante.

Los fundamentales que subyacen a esta inversión en el largo plazo son los mismos que enunció Malthus hace dos siglos, es decir, no puede darse un crecimiento exponencial de la población de forma indefinida en un mundo finito. Según este documento, se necesita un incremento de la producción agrícola de entre el 60% y el 100% para proveer a la población mundial en 2050 de una cantidad diaria de calorías decente y para hacer frente al consumo de carne por parte de la creciente clase media mundial (cada kilo de ternera supone lo mismo que producir 30 kilos de grano).

El problema es que un aumento de la oferta de esta magnitud no es fácil de conseguir si tenemos en cuenta que con las prácticas actuales se pierde cada año un 1% de la superficie cultivable por la erosión, porque los productores más eficientes han llegado a un techo de productividad (como puede verse en el gráfico de abajo) y porque la subida de precio de los fertilizantes y la energía significará que cada vez menos gente se podrá permitir los alimentos que se produzcan.


Un alivio al problema podrían proporcionarlo la agricultura orgánica y la ingeniería genética. Aunque la primera solución cuenta con el perfil conservador del agricultor medio como principal traba a su implantación. Esta cuestión tampoco es una prioridad en las agendas de los políticos del mundo desarrollado, al no suponer el gasto en alimentos una parte sustancial del presupuesto anual, por lo que poco se va a hacer en el corto plazo para remediar este problema. En países como Egipto esta partida supone el 40% del presupuesto anual, es responsable de 25.000 millones de dólares de déficit comercial anual y puede que el incremento en el precio de los alimentos (con cada vez más frecuentes 'shocks' en la oferta a causa del mal tiempo) esté detrás de la de las revueltas de 2011. 

En función de esta tesis, Grantham recomienda sobreponderar la asignación de activos al sector de recursos naturales hasta un 30% de su cartera modelo, con la mitad de esta asignación destinada a activos agrícolas y forestales que cuentan con la ventaja respecto a otras inversiones relacionadas con los recursos (petroleras y empresas de minería) de renovar su capacidad productiva anualmente con escasas necesidades de inversión en activo fijo y adquisición de 'stock'.

Esta limitación de recursos supone un serio obstáculo al crecimiento de la población humana y, por ende, al crecimiento económico, echando por tierra la teoría del Superciclo y las estimaciones de retorno de los activos tradicionales.

La única esperanza de que no se dé este escenario estriba en que la humanidad, a última hora, logre capear el temporal introduciendo una innovación tecnológica que revolucione el sector agrícola, como ya sucedió en la época de Malthus con el nitrato amónico. No conviene descartar esta posibilidad pues, como le gusta decir a un amigo mío, de todas los presagios sombríos, el más grave, el más infalible, es el optimismo.





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