No todo el mundo sabe que una comida de un europeo medio viaja más de 1.900 km para llegar a sus mesas, que la energía que se obtiene de la alimentación es mucho menor que la necesaria para su transporte y, por si era poco, que el transporte de este alimento genera grandes emisiones de CO2. Por contra, lo que se consuma de las cercanías implica un ahorro energético, asegura y brinda puestos de trabajo local, garantiza que se come de acuerdo al ciclo natural de producción, incluso el consumidor, si quiere puede llegar a conocer el sitio exacto de producción.
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